Luego de Hereditary (2018), tenía muchas ganas de acceder rápidamente al siguiente filme de Ari Aster. Se trata de Midsommar (2019), que no me defraudó y miré dos veces en dos días consecutivos. El director mantiene su estilo, que por ahora solo puedo catalogar de «extraño», mientras que esta obra puede catalogarse como Folk Horror. Nuevamente logra una atmósfera particularísima y tiene el mérito de provocar terror en escenarios luminosos, mayormente bellos, incluso idílicos, donde no hay entidades sobrenaturales o del inframundo, simplemente personas que viven en comunidad.
Podría detenerme en el proceso de la protagonista, la fotografía, el simbolismo, el uso de la música, el estilo de vida de la aldea y lo que sugiere, en muchos detalles de esta excelente película, pero simplemente voy a referirme al libro sagrado de Hårga.
La comunidad guarda centenares de libros sagrados, que conforman en su conjunto uno solo (el Rubi Radr). El número crece a medida que los oráculos suman ejemplares a la colección. Ruben es el oráculo actual. Se trata de un niño discapacitado, con malformación congénita, lo cual se explica porque es el producto deliberado de la endogamia (en el pueblo respetan «el tabú del incesto»). En un momento se explica esta situación aseverando que a este tipo de personas: «no lo confunde la cognición normal… Está abierto a la fuente». De hecho, Ruben no es capaz de escribir: «Él dibuja y nosotros, los ancianos, lo interpretamos».