
La banda que más veces presencié en vivo es La Tabaré. Además, tuve la suerte de ser alumno de teatro de Tabaré Rivero y unos años después, él escribió una contratapa para mi primer libro.
Tabaré es un gran letrista de rock. Sus letras más logradas, para mi gusto y entendimiento, son las que forman parte de los discos Placeres del Sadomusiquismo (1992) y Yoganarquía (1997). Este último: el más incomprendido de su discografía. Cuando se lanzó, el llamado rock latino pasaba por un momento de altísima popularidad y en el disco participan algunas de las figuras rioplatenses de ese fenómeno, aunque la masividad nunca llegó para el grupo uruguayo. A los habituales componentes de crítica social, con alusiones a la cultura popular y culta, este trabajo se estructura sobre cuestiones filosóficas y místicas, con numerosas referencias al pensamiento y las prácticas orientalistas (Hinduismo, Budismo, Yoga y Meditación).
La canción: «El cosmonauta interior» forma parte de Yoganarquía y lo representa muy bien. Hay lugar para el humor («leés y no entendés nada/ aquí, las vacas no son sagradas»), para la poesía («de rocío y tormentas que no viví»), la crítica social («nos venden mística de moda») y los juegos de palabras como el Bhagavad-gītā (un texto sagrado hinduista) convertido en el Bhagavad-guita. En fin, un disco que en su momento me obligó a pensar mucho y una canción que me permito volver a disfrutar frecuentemente, aunque ya casi no asisto a recitales. «El cosmonauta interior», con su pegadizo ukelele y el precioso final con el mantra OM: «Oooooooooommmmmmmmmm».