Luego de la nota sobre la «Borgesteca» que realicé para La Diaria, retorné a ese autor a través de María Kodama. El segundo libro que leí este año fue: Homenaje a Borges (2016), una selección de conferencias que ella realizó sobre él.
En la intimidad, ellos no se llamaban por sus nombres reales sino por Ulrica y Javier Otárola, nombres de los personajes del cuento: «Ulrica», de El libro de arena (1975). En dicho cuento, el único de naturaleza amorosa en toda la bibliografía de Borges, los personajes no saben pronunciar sus nombres correctamente y deciden llamarse: Sigurd y Brynhild (a su vez, héroes de un relato islandés: la Saga völsunga).
Todo en Borges es laberíntico, o circular, y siempre intertextual. Voy a citar un par de tramos del cuento de amor.
Dice Javier Otárola: «Fue entonces cuando la miré. Una línea de William Blake habla de muchachas de suave plata o de furioso oro, pero en Ulrica estaban el oro y la suavidad».
Más adelante: «No había nadie más. Ulrica me invitó a su mesa. Me dijo que le gustaba salir a caminar sola.
Recordé una broma de Schopenhauer y contesté:
—A mí también. Podemos salir juntos los dos».
Desde 1986, María Kodama camina sin Jorge Luis Borges, pero en la lápida de Javier Otárola puede leerse una frase de la Saga völsunga, que fue epígrafe del cuento «Ulrica».