
Volví a ver la película mexicana: «Nuevo Orden», dirigida por Michel Franco.
Comienza con una pintura enorme y colorida -que durante los créditos finales nos enteraremos de que se titula-: «Solo los muertos han visto el final de la guerra». Las escenas iniciales componen un conjunto visualmente deslumbrante, muy estimulante desde el punto de vista semiótico: una mujer desnuda (¿la libertad?), un torrente de pintura verde que se transforma en roja (¿un río de esperanza se transforma en un baño de sangre?), decenas de heridos, decenas de muertos, otra vez la desnudez (¿la muerte de la inocencia?).
Necesitaba ser descriptivo. De aquí en más, intentaré no spoilear. El segundo momento del filme es la fiesta de los ricos: hay comida, bebida, música alegre. Pero el desborde verde alcanza a la mansión y el caos que la radio anunciaba explota.
En el tercer movimiento de esta sinfonía de la desigualdad social llega el desorden. El caos reina. Es la venganza de los pobres. Con pinturas en el cuerpo, saquean, vandalizan, roban y matan.
Para el cuarto bloque, se instaura un nuevo orden militar. Las escenas son, a veces, grandilocuentes, demasiado explícitas. Todo esto forma parte de la estética general del filme. Es consistente con la composición barroca de algunas imágenes. Mencionaré una escena donde se celebra una misa funeraria, franqueado por miembros del ejército, el cura dice: «Él [Dios] pone orden en las alturas de los cielos».
En el final suenan tambores militares. El verde de la esperanza es derrotado por el verde del uniforme militar con la ayuda del color negro del verdugo. En el viejo o en el nuevo orden, quienes actúan decentemente, la pasan mal: las víctimas siempre son las mismas.