Érase una vez «la especie más cruel y despiadada que jamás haya pisado la tierra»: el hombre. Porque: «ningún otro vertebrado mata habitualmente a miembros de su misma especie. Ningún otro animal disfruta practicando la crueldad sobre otro de su misma clase». De eso trata: «La agresividad humana», publicado en 1968. Su autor: Anthony Storr, «el psiquiatra más culto de Gran Bretaña», según el obituario del periódico The Guardian.
El libro analiza la agresividad como parte de la naturaleza humana, incluyendo sus rasgos positivos para la conservación y la evolución de la especie. El contexto en el que fue publicado, la posibilidad real de un exterminio global, y la Guerra de Vietnam que estaba en pleno desarrollo, le sirven como referencia para algunas observaciones incendiarias: «Es evidentemente cierto que muchos pilotos de bombardeo no son mejores ni peores que otros hombres. La mayoría de ellos, si se les diera una lata de petróleo y se les ordenara verterla sobre un niño de tres años y prenderla luego, probablemente desobedecerían la orden. Sin embargo, colóquese a un hombre decente en un aeroplano a unos centenares de metros por encima de una aldea, y dejará caer, sin remordimientos, poderosos explosivos y napalm, infligiendo un dolor y un tormento espantosos a hombres, mujeres y niños».
En síntesis, un libro agresivo, en el sentido positivo de la palabra, donde Anthony Storr desidealiza al hombre y muchas de sus ideas sobre sí mismo, y nos comparte algunas reflexiones como esta que cierra el escéptico átomo mayúsculo de hoy: «La permanente capacidad del hombre para imaginar la utopía, sólo se ve superada por su repetida incapacidad para realizarla».